jueves, 26 de diciembre de 2013

Notas sobre la metáfora

“La metáfora es probablemente la potencia más fértil que el hombre posee” escribió Ortega y Gasset en La deshumanización del arte. No cabe duda de ello y es por eso la reina de las figuras retóricas, así como un poderosísimo instrumento de conocimiento.
Pero hoy en este post quiero solo indicar su mecanismo y comentar un par de fértiles metáforas con que me he topado recientemente.

Sabemos que la operación metafórica consiste en emplear un término imaginario (Ti) para sustituir otro término real (Tr) que aparece o no en el contexto de aquella. Si decimos “Sus dientes (Tr) son perlas (Ti)”, ambos son copresentes, pero si en cambio ponderamos “las perlas (Ti) de su boca” el término real está ausente. Ahora bien, esta identificación de términos puede ser enaltecedora (“el oro de su cabellera”) o degradadora (“el estropajo de su cabellera”), o tal vez puramente neutra. Pero hoy quería hacer hincapié en el hecho de que una metáfora es especialmente poderosa por sus connotaciones y también por la manera en que anticipa o resume aspectos relevantes del texto en que se encuentra.

Traigo un par de ellas, que comento brevemente:

“En aquella época lo normal al entrar en un café a cualquier hora era encontrar en una mesa al fondo un hombre de letras que, fumando en boquilla, escribiera sin mesura. En ocasiones la pieza vería la luz pública tiempo después –un artículo, una comedia o una novela- pero lo más probable es que terminara en una carpeta, acogida al amplio abrazo del olvido.”

(Juan Benet, “El Madrid de Eloy”, en Otoño en Madrid hacia 1950.)

Subrayo la metáfora “abrazo”, con una connotación profundamente irónica, puesto que lo que esperamos de un abrazo es acogida y calor humano, pero este abrazo del olvido es sin duda amplio, como adjetiva Benet, pero carente del todo de esas dos cualidades recién nombradas.


“Subieron a un taxi, el tráfico del centro los metió en su lenta serpiente.”

(Julio Cortázar, “Clone”, en Queremos tanto a Glenda.)


Se refiere el sujeto elíptico a Mario y Franca que, asesinada por Mario, su esposo, no acudirá al concierto que ofrecen, como miembros de un grupo vocal, esa noche en Buenos Aires. La metáfora, al mismo tiempo que ilustra la imagen del lento tráfico rodado, tiene cierto carácter siniestro –el consabido carácter maléfico y agorero de las serpientes-, que resulta anticipatorio de la tragedia que se va a consumar.

Son dos buenos ejemplos de la fertilidad del procedimiento.

No hay comentarios: